Todos sabemos que los intentos de suicidio, la ideación suicida e incluso la tragedia de morirse por suicidio aumentan durante los días festivos de invierno.
Es algo que damos por hecho. Está en toda la prensa, está en la cultura popular.
“¿Debo usar la palabra ansioso o deprimido?”
“¿Debería hablar de eso con mi hija?”
“¿Qué debería decirle a mi hijo adolescente?”
“¿Cómo puedo siquiera mencionarlo?”
Estas son solo algunas de las preguntas que hacen los padres cuando a su hijo se le diagnostica ansiedad o depresi
Como padres, nuestro trabajo principal es cuidar de nuestros hijos, incluidos nuestros hijos adultos jóvenes. Es difícil pensar en algo más importante que el bienestar de nuestros hijos. Nos preocupamos por su éxito académico, vida social y logros recreativos. Nos preocupamos por su salud física, ajuste emocional y felicidad en general.
La nueva pandemia de coronavirus ha planteado una nueva forma de vida para todos nosotros. Más allá de las preocupaciones sobre el contagio, la prevención o la desaceleración de su propagación, y los temores de enfermedad y acceso a la atención médica, una cosa está clara. Todos enfrentamos dolor y pérdida.
Estrés.
Los adolescentes y adultos jóvenes ahora están más estresados, ansiosos, deprimidos y solos que nunca – al menos en los Estados Unidos. A primera vista, es difícil aceptar este hecho.
Este es el tipo de llamada que recibimos con mucha frecuencia:
Doctor, mi hijo dijo que ya no le importa vivir. Ha estado realmente molesto por un tiempo, y cuando su novia rompió las cosas, simplemente se apagó.
La ansiedad es la forma en que los humanos hemos evolucionado para protegernos.
En situaciones amenazadoras, nuestros cerebros desencadenan una serie de respuestas que resultan en una elevación del ritmo cardíaco, sudoración, temblores, hiperventilación y miedo intenso, todo con el propósito de prepararnos para el peligro.